miércoles, 10 de junio de 2020
martes, 9 de junio de 2020
Ahorro e inversion
Diferencia entre ahorro e inversión
Muchas veces se utiliza el ahorro y la inversión como sinónimos. Sin embargo, aunque están fuertemente relacionados, en realidad son muy diferentes. La diferencia entre los dos conceptos, fundamentalmente, es el destino del dinero. El punto común entre ambos es que no podemos disponer de nuestro dinero en ese instante.
Por un lado, llamamos ahorro a aquél dinero que guardamos para poder disponer de él en el futuro. Renunciamos a gastarlo en el presente, poniéndolo en un lugar seguro y sin riesgo, pero que suele generar intereses. Estamos ahorrando cuando mantenemos nuestro dinero en efectivo, cuando lo mantenemos en una cuenta bancaria o cuando lo guardamos en un depósito, por ejemplo.
Por otro lado, llamamos inversión a aquél dinero que renunciamos a gastar en el presente para que en el futuro nos aporte un dinero extra. Asociamos la inversión con la compra de un bien o un activo financiero, con la esperanza de obtener una ganancia. Esta ganancia extra que nos aporta la inversión con respecto al ahorro se debe a que con la inversión estamos arriesgando nuestro dinero, y por ello recibimos una compensación. Podemos invertir nuestro dinero en un sinfín de cosas, desde algo inmaterial como la educación hasta activos financieros como las acciones, los bonos o los fondos de inversión.
Por tanto, la diferencia principal entre el ahorro y la inversión es que con la inversión, en vez de guardar el dinero, renuncias a él para que te de una rentabilidad, es decir, para sacar provecho de ese dinero e incrementar su valor.
Por tanto, económicamente hablando, si tenemos una determinada cantidad de dinero y decidimos ahorrarlo en vez de invertirlo, estamos dejando de ganar dinero, pues estamos renunciando a un dinero extra que tendríamos si eligiéramos invertir. Sin embargo, la rentabilidad de la inversión es incierta y en algunos casos se corren riesgos de perderlo.
Con la inversión debemos tener en cuenta tres factores: riesgo, liquidez y tiempo. Los tres factores tienen directa relación con la rentabilidad. Cuanto mayor sea el riesgo de perder el dinero invertido, mayor será la rentabilidad que esperamos de esa inversión. Por otro lado, las inversiones a largo plazo son más rentables porque renunciamos más tiempo a tenerlo disponible para nosotros.
Para elegir la mejor opción necesitamos tener en cuenta nuestras preferencias. Con el ahorro tenemos el mismo dinero siempre pero lo disponemos cuando queramos y con la inversión, tenemos que esperar para poder disponer de nuestro dinero pero finalizado ese período tendremos más dinero del que teníamos en un principio, además, la inversión conlleva cierto riesgo de pérdida de dinero.
lunes, 8 de junio de 2020
Los indigenas en Colombia
Las 102 comunidades indígenas en Colombia
De los veintiún países en los que trabaja Ayuda en Acción, Colombia es una de las naciones con un mayor número de comunidades indígenas en Latinoamérica.
Si bien en cifras (1,2 millones de personas) sus cifras están alejadas de las de México (4,4 millones) y el Perú (3.2 millones) y más cercanas a países como Bolivia (1,5 millones), el vínculo especial que mantiene nuestra ONG con Colombia nos ha demostrado que las poblaciones indígenas colombianas son, muy a menudo, de las más desconocidas del continente.
Así pues, nos hemos decidido a dedicar un artículo detallado a las 102 comunidades indígenas colombianas, conscientes de que no podremos hablar de todas ellas, pero sirviéndonos de este blog para que conozcas un poco más la rica cultura de esta nación entre Perú, Venezuela y Ecuador.
Historia de las comunidades indígenas colombianas
No fue hasta la ratificación de la Constitución Política de Colombia de 1991 cuando se reconoció la multiplicidad étnica del país y se permitió a las comunidades indígenas participar en la vida pública y política de Colombia, permitiendo su entrada en el Congreso de la República.
En la práctica, Colombia arrastra un grave problema de desatención de los pueblos originales que todavía necesitará de años para encontrar una solución contra la marginación y a favor de la inclusión social plena, para seguir luchando contra la distintividad de sus pueblos, el derecho a su propia cultura y tradición, las mejoras sociales y económicas en un marco de abuso, saqueo y explotación de las minorías y el derecho preferencial que permita resarcir a estas comunidades indígenas de todo lo perdido a lo largo de décadas y siglos.
Hoy, Colombia se enfrenta a tres grandes retos en relación con los pueblos indígenas:
1. Intercambios culturales que abandonen la integración total frente al reconocimiento, respeto y defensa de la diversidad étnica y cultural.
2. Servicios centrados en zonas urbanas que abandonan, parcialmente, las zonas rurales donde vive un gran porcentaje de estos pueblos.
3. Saqueos, expolios y violencia por parte de grupos armados ilegales y falta de control del Estado en territorios indígenas.
Asimismo, en el cálculo de las poblaciones indígenas en Colombia se suma un nuevo factor que ha quedado lejos del control de los gobiernos y que ha sido ampliamente criticado por las comunidades: los gobiernos no incluyen en sus cifras a indígenas que hayan migrado a las ciudades en busca de mejores oportunidades, los censos oficiales de muchos países tienden a reducir el tamaño de sus poblaciones indígenas apoyando la tesis de “ladinización“, es decir, el proceso de transculturación de un indígena a la cultura predominante.Estas son las 102 comunidades indígenas de ColombiaCLIC PARA TUITEAR
La defensa de las comunidades indígenas en Colombia
Colombia, sin embargo, ha iniciado un largo viaje por la defensa de sus tribus más representativas, tratando de preservar los aspectos culturales de los pueblos wayú, arhuaco o emberá, entre otros, de los que vamos a hablar a continuación con más detalle.
El pueblo wayú: entre Colombia y Venezuela
El pueblo wayú vive en la península de Guajira, una de las zonas más septentrionales de Sudamérica, y representan el 20 % de la población indígena en Colombia, si bien más de un 50 % de su población vive en Venezuela. Los wayuus o guajiros hablan casi en su totalidad wayuunaiki como lengua materna y un 32 % de los mismos también habla castellano. Sus raíces se encuentran en los pueblos arawak que llegaron a la región alrededor del 150 ANE y su organización se da en clanes patriarcales que practican la poligamia y refuerzan los matrimonios mediante acuerdos políticos y económicos entre las familias.
En las tierras altas, los pastos o nariños
Entre las comunidades indígenas más extensas en Colombia se encuentran también los pastos (55.739 personas), quienes no conservan su dialecto debido a los continuos intercambios culturales. Los pastos fueron la tribu más numerosa de la zona interandina de Nariño, una sociedad agraria con una gran espiritualidad unida a la tierra; entre los rituales principales de la comunidad se conserva la guayusa chapil, un hervido tradicional que permite a sus miembros un contacto más directo con la naturaleza.
Los dispersos emberá o chocó
El carácter más expansivo y disperso, tanto por línea paterna como materna, para forjar alianzas con otros grupos ha permitido a los emberá preservar una población de más de 68.000 entre Colombia, Panamá y Ecuador.
Los emberá, o chocó en Colombia, viven en parcelas construidas a lo largo del caudal del río Curiche, aunque otras familias de la comunidad también habitan zonas de montaña, de selva y mar; tienen su propia organización social, centrada en la caza y la pesca y han preservado su lengua: el waunaan. Sin embargo, quizá lo más interesante sea su visión cosmológica: el jaibanismo, que considera prioritario el contacto con los espíritus o jai del agua (Dojura), los espíritus madre de animales y plantas (Wandra) y los jai de animales selváticos, que consideran transformaciones del espíritu de los humanos que han fallecido (Antumiá).
Otras comunidades indígenas en Colombia
Aunque el gobierno colombiano ya reconoce 87 grupos indígenas distintos, la Organización Nacional Indígena de Colombia mantiene que hay 102 comunidades distintas. En 2005, se contabilizó a casi 1.400.000 personas indígenas: es decir, el 3,5 % de la población del país. Otras comunidades destacadas son los pueblos guambinos, agricultores organizados en grupos domésticos patrilocales, los arhuacos, que han abandonado en gran parte la agricultura tradicional por la producción de café, así como los uitoto o los pueblos amazónicos ticuna y nukak maku.
Sus poblaciones varían entre unos cientos de individuos y decenas de miles, pero cualquiera de estas comunidades indígenas en Colombia guarda una historia, una visión del mundo y una cultura que en Ayuda en Acción creemos que es digna de ser preservada y empoderada como parte de nuestro conocimiento como especie y por derecho propio de los pueblos.
Los deberes
Se denomina deber o deberes a la responsabilidad de un individuo frente a otro, aunque este otro puede ser una persona física (un par) o una persona jurídica (empresa, organización), incluso el mismo Estado. El deber siempre es establecido de manera previa a contraer la responsabilidad, y espera del individuo una conducta o una acción que favorezca su cumplimiento. Caso contrario, existe en cualquier caso, la sanción o castigo por haber incumplido dichas responsabilidades.
Existen varios ejemplos que podemos citar para graficar este término, y cada uno de ellos hace referencia a un tipo diferente de deber. En primer lugar, podemos identificar el deber social, que cada uno de nosotros tenemos como ciudadanos de una determinada ciudad, y a nivel general, de una nación. Son muchos los textos de constituciones nacionales que, en sus primeros artículos establecen no sólo los derechos si no también los deberes de todos los ciudadanos que habitan dicho territorio. El deber es el contrapeso del derecho. Por ejemplo, yo tengo derecho a recibir información, a difundirla y a buscarla, pero también es mi deber difundir una información cuando la tengo, para que otros pueda gozar de su derecho a recibir.
En otro caso, el deber está relacionado al ámbito escolar, y supone la realización de tareas fuera del tiempo de clases, como forma de reforzar o afianzar la aprehensión de conocimientos, a través de ejercicios de análisis, comparación, aplicación de teorías o reglas, interpretación, lectura, escritura, relación con la realidad, entre otros fines buscados.
También existe el deber tributario, que es aquel que todo ciudadano debe abonar al fisco (la administración fiscal del Estado) por la propiedad privada, la propiedad intelectual, la explotación de un comercio, la contratación de empleados, la posesión de un automóvil o motocicleta, la condición de trabajador autónomo, etc. Son lo que comúnmente podemos llamar tasas y contribuciones al Estado, impuestos a las ganancias o responsabilidades impositivas.
El incumplimiento de alguno de estos deberes supone diferentes sanciones o castigos, según los casos. En el caso social, el cumplimiento de una condena por un delito o el resarcimiento económico por un daño causado a un tercero (dependiendo si es responsabilidad civil o responsabilidad penal) pueden ser algunas sanciones. En el caso escolar, la obtención de una mala calificación o la asignación de tareas extras, pueden ser ejemplos de sanciones. Por último, para el caso tributario, el cobro de excedentes o la suspensión de la actividad en un comercio, por ejemplo, pueden ser sanciones plausibles de ser concretadas en la realidad.
1. “Debemos respetar a nuestros semejantes, sin importar su sexo, nivel socioeconómico, religión, nacionalidad o sus impedimentos físicos y mentales.”
2. “Debemos respetar a nuestros padres, maestros y a todas las personas, pues entre todos nos ayudan a encontrar el camino que conduce de la infancia a la vida adulta.”
3. ”Debemos aprender a respetar las opiniones y costumbres de los demás, aunque no sean iguales a las nuestras.”
4. “Debemos respetar las leyes que rigen la sociedad, tener buena conducta en la escuela y portarnos bien en casa.”
5. “Debemos respetarnos a nosotros mismos. Nuestro cuerpo, nuestro pensamiento y nuestros sentimientos son lo más importante que tenemos.”
6. “Debemos hablar siempre con la verdad y cumplir lo que prometemos.”
7. “Debemos respetar y cuidar el medio ambiente.”
8. “Debemos respetar nuestra patria. Ella nos da alimento, hogar, educación y todo lo que tenemos. En nuestras manos está convertirnos en buenos ciudadanos que hagan de nuestro país del que todos estemos orgullosos. ”
viernes, 5 de junio de 2020
Primera guerra Mundial
Escena de destrucción durante la Primera Guerra Mundial
- Imperial War Museum - Photograph Archive
Durante la Primera Guerra Mundial, las Potencias de la Entente -- Gran Bretaña, Francia, Serbia y la Rusia Imperial (a las que más tarde se unieron Italia, Grecia, Portugal, Rumania y Estados Unidos) -- lucharon contra las Potencias Centrales: Alemania y Austria-Hungría (a las que más tarde se incorporaron la Turquía Otomana y Bulgaria).
El entusiasmo inicial de todas las partes respecto a una victoria rápida y decisiva se desvaneció cuando la guerra se empantanó en un punto muerto de costosas batallas y guerra de trincheras, particularmente en el frente occidental. El sistema de trincheras y fortificaciones en el oeste se extendió en su punto máximo a 475 millas (764 km), aproximadamente desde el Mar del Norte hasta la frontera suiza, y definieron la guerra para la mayoría de los combatientes norteamericanos y de Europa Occidental. La vasta extensión del frente oriental impedía una guerra de trincheras a gran escala, pero la escala del conflicto era equivalente a la del frente occidental. También hubo intensos combates en el norte de Italia, en los Balcanes y en la Turquía otomana. Los combates tuvieron lugar en el mar y, por primera vez, en el aire.
En abril de 1917, se produjo un cambio decisivo en las hostilidades cuando la política de guerra submarina irrestricta de Alemania sacó a Estados Unidos del aislacionismo y lo llevó al centro del conflicto. Las nuevas tropas y el nuevo material de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense (American Expeditionary Force, AEF) bajo el mando del General John J. Pershing, junto con el bloqueo en constante aumento de los puertos alemanes, a la larga ayudaron a cambiar el equilibrio del esfuerzo bélico a favor de la Entente.
Apenas conseguida, esta ventaja para las fuerzas de la Entente fue compensada por los sucesos que tuvieron lugar en el teatro de operaciones oriental de la guerra. Desde comienzos de 1917, Rusia, una de las potencias principales de la Entente, había sufrido una gran agitación. En febrero de ese año, el mal manejo de la guerra por parte del gobierno zarista había contribuido a inspirar un levantamiento popular: la Revolución de Febrero. La revolución forzó la abdicación del zar Nicolás II y puso en el poder un Gobierno Provisional de facciones liberales y socialistas, que a fin de cuentas estaba bajo el mando del miembro del partido Socialista Revolucionario, Alexander Kerensky. Este breve experimento con la democracia pluralista fue caótico y, en los meses del verano, el continuo deterioro del esfuerzo bélico y una situación económica cada vez más calamitosa provocó disturbios por parte de los trabajadores, los soldados y los marinos rusos ("Los días de julio").
La guerra de trincheras es uno de los símbolos más representativos de la Primera Guerra Mundial. Esta fotografía muestra a las tropas británicas transportando tablones por encima de una trinchera de respaldo durante la noche, en la lucha por el frente occidental. Cambrai, Francia, 12 de enero de 1917.
Imperial War Museum - Photograph Archive
El 24 y 25 de octubre de 1917, las fuerzas bolcheviques (izquierda socialista) al mando de Vladimir Lenin tomaron los principales edificios del Gobierno y asaltaron el Palacio de Invierno y luego la sede del nuevo Gobierno en la capital de Rusia, Petrogrado (actual San Petersburgo). La "Gran Revolución Socialista de Octubre", el primer golpe marxista exitoso de la historia, desalojó al ineficaz Gobierno Provisional y finalmente estableció una República Socialista Soviética bajo la dirección de Lenin. Las radicales reformas sociales, políticas, económicas y agrarias del nuevo Estado soviético en los años de la posguerra inquietarían a los gobiernos democráticos occidentales que, temían tanto la expansión del comunismo por toda Europa, que estuvieron dispuestos a transigir o sosegar a regímenes de derecha (incluyendo a la Alemania nazi de Adolf Hitler) en las décadas de 1920 y 1930.
Pero el efecto inmediato de la Revolución Rusa en el escenario europeo fue una brutal y prolongada guerra civil en tierras rusas (1917-1922) y la decisión de los líderes bolcheviques de hacer las paces por separado con la Alemania del Kaiser. Cuando las negociaciones fracasaron totalmente debido a las exigencias alemanas, el ejército alemán lanzó una ofensiva general en el frente oriental, que produjo el Tratado de Paz de Brest-Litovsk el 6 de marzo de 1918.
Pese a los éxitos alemanes (sacar a la Rusia bolchevique de la guerra a fines del invierno de 1918 y llegar a las puertas de París durante el verano), los ejércitos de la Entente repelieron al ejército alemán en el río Marne. En los meses del verano y el otoño de 1918, avanzaron sostenidamente contra las líneas alemanas en el frente occidental ("Ofensiva de los cien días").
Las Potencias Centrales comenzaron a rendirse, comenzando con Bulgaria y el Imperio Otomano, en septiembre y octubre, respectivamente. El 3 de noviembre, las fuerzas austrohúngaras firmaron una tregua cerca de Padua, Italia. En Alemania, el amotinamiento de marinos de la armada en Kiel desencadenó una amplia revuelta en las ciudades costeras alemanas, y en las principales áreas municipales de Hannover, Frankfurt del Meno y Munich. Consejos de trabajadores y soldados, basados en el modelo soviético, iniciaron la llamada "Revolución alemana"; la primera "república de consejos" (Räterrepublik) fue establecida bajo la dirigencia del demócrata social independiente (USPD) Kurt Eisner en Bavaria. El sólido Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), bajo la dirigencia de Friedrich Ebert, veía a los consejos recientemente establecidos como un elemento desestabilizador, y abogaba, en su lugar, por las demandas de la opinión pública alemana de una reforma parlamentaria y paz.
Tropas británicas apostadas en una antigua trinchera alemana después del retiro de las tropas de ese país a la línea de Hindenburg en el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial. Esta fotografía muestra un puente sobre una trinchera alemana. Gommecourt, Francia, 1917.
Imperial War Museum - Photograph Archive
El 9 de noviembre de 1918, en medio del descontento generalizado y tras haber sido abandonado por los comandantes del ejército alemán, el emperador (káiser) Guillermo II abdicó el trono alemán. Ese mismo día, el delegado del SPD Philipp Scheidemann proclamó la República de Alemania, con un gobierno provisional dirigido por Friedrich Ebert. Dos días más tarde, representantes alemanes, dirigidos por Matthias Erzberger del partido Centro Católico (Zentrum), se reunieron en un vagón en el Bosque de Compiègne con una delegación de las potencias victoriosas de la Entente al mando del Mariscal de Campo francés Ferdinand Foch, comandante general de las fuerzas de la Entente, y aceptaron los términos del armisticio.
A las 11 de la mañana del 11 de noviembre (11/11) de 1918 cesaron los combates en el frente occidental. La "Gran Guerra", como la llamaron sus contemporáneos, había llegado a su fin, pero la enorme repercusión del conflicto en las esferas política, económica, social e internacional resonaría durante las décadas siguientes.
La Primera Guerra Mundial representó una de las guerras más destructivas de la historia moderna. Como consecuencia de las hostilidades murieron casi diez millones de soldados, cifra que supera ampliamente la suma de las muertes de militares de todas las guerras de los cien años anteriores. Si bien es difícil determinar con precisión las estadísticas de las bajas, se calcula que 21 millones de hombres fueron heridos en combate.
Las enormes pérdidas a ambos lados del conflicto, en parte, fueron el resultado de la introducción de nuevas armas, como la ametralladora y el gas, así como el hecho de que los jefes militares no adaptaron sus tácticas a la naturaleza crecientemente mecanizada de la guerra. La política de desgaste, particularmente en el frente occidental, les costó la vida a cientos de miles de soldados. El 1 de julio de 1916, la fecha en que se produjo la mayor pérdida de vidas en un solo día, en Somme sólo el ejército británico sufrió más de 57.000 bajas. Alemania y Rusia registraron la mayor cantidad de muertes de militares: aproximadamente 1.773.700 y 1.700.000, respectivamente. Francia perdió el 16% de sus fuerzas movilizadas, la tasa de mortalidad más alta en relación con las tropas desplegadas.
Refugiados en la Gare de Lyon en Paris durante la Primera Guerra Mundial. Paris, Francia, fotografía tomada entre 1914 y 1915.
Library of Congress
Ningún organismo oficial llevó una cuenta minuciosa de las pérdidas de civiles durante los años de la guerra, pero los estudiosos afirman que 13 millones de no combatientes murieron como consecuencia directa o indirecta de las hostilidades. La mortalidad de las poblaciones de militares y civiles llegó al punto máximo al final de la guerra con el brote de la "gripe española", la más mortífera epidemia de influenza de toda la historia. Como consecuencia del conflicto, millones de personas fueron desarraigadas o desplazadas de sus hogares en Europa y Asia Menor. Las pérdidas industriales y de propiedades fueron catastróficas, especialmente en Francia y Bélgica, donde los efrentamientos habían sido más intenso.
Guerra Fría
Enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que se desarrolló entre los años 1945 y 1989.
DatosFecha 1945 – 1989
Participantes Estados Unidos vs. Unión Soviética
¿Qué fue la Guerra Fría?
La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que se desarrolló entre los años 1945 y 1989 entre dos bloques de países liderados por los Estados Unidos de América (EE.UU) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El eje del conflicto se desarrolló en torno de las dos superpotencias surgidas a partir de la Segunda Guerra Mundial:
Estados Unidos: líder del bloque Occidental integrado por los países europeos capitalistas. Defendían el capitalismo como sistema económico y la democracia liberal como sistema político.
Unión Soviética: encabezaba el llamado bloque del Este o bloque Oriental, integrado por las áreas bajo ocupación del ejército rojo y otras fuerzas armadas comunistas. Defendían el comunismo como sistema económico y la democracia popular como sistema político.
Tropas norteamericanas en Vladivostok, Rusia. Archivo Wikipedia.
Características de la Guerra Fría
La Guerra Fría tuvo las siguientes características:
No fue un conflicto armado, sino que constituyó una amenaza permanente de conflicto entre los dos bloques.
Cada uno de los bloques se organizó mediante tratados de cooperación y apoyo militar. El bloque occidental integró la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte) y el bloque oriental el Pacto de Varsovia.
Se produjo una fuerte escalada armamentista. Tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos y las potencias aliadas a ambos bloques acumularon armas nucleares con la capacidad de destruir el planeta completo.
La demostración del poder y la capacidad destructiva de los Estados en pugna se manifestó en constantes ensayos nucleares.
El equilibrio entre las superpotencias se sostuvo en el mutuo temor de un conflicto nuclear que provocaría la mutua destrucción. Se desencadenó, especialmente en la sociedad occidental una fuerte sensación de miedo a una guerra nuclear. El momento de máxima tensión fue la Crisis de los misiles en Cuba (1960).
Las diferencias entre las potencias se manifestaron en la participación directa o indirecta en conflictos entre otros países, especialmente de Asia y África, que no estaban alineados directamente con uno de los bloques. Por ejemplo, la Guerra de Corea (1950-1953), la Guerra de Vietnam (1955-1975), la Guerra del Yom Kipur (1973).
La competencia entre los bloques se evidenció en otras áreas como la cultural y la tecnológica. Una de estas manifestaciones fue la carrera espacial, una competencia para la exploración del espacio.
En las sociedades, el conflicto se sostenía a través de los enormes aparatos de propagando de ambos bloques. Para las potencias eran tan importantes los logros obtenidos como su comunicación ya que los triunfos y los fracasos de las misiones se percibían como triunfos o fracasos de un modelo político o de un Estado sobre el otro.
Causas y consecuencias de la Guerra Fría
Causas
Podemos resaltar 2 principales causas de la Guerra Fría:
La causa predominante de esta guerra fue que tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos quisieron imponer sus ideologías a través del mundo.
El plan Marshall, el cual tenía como objetivo que los norteamericanos presentaran recursos económicos a bajos intereses para que los países capitalistas resurgieran tras la Segunda Guerra Mundial, no agradaba al comunismo de Josef Stalin.
Consecuencias
Algunas de las consecuencias de la Guerra Fría fueron:
La polarización del mundo en dos bandos, el procomunista y el anti comunista. Esto se manifestó en el debilitamiento de los partidos comunistas de Occidente y la eliminación de los partidos no comunistas en la URSS.
Acumulación de armas en los países satélites de las potencias que luego de finalizada la Guerra Fría se redirigieron a movimientos de guerrilla y a guerras civiles.
Se consolidó el dominio soviético sobre los países de Europa oriental y la injerencia de EE.UU en la política interna de otros países.
La amenaza permanente de guerra favoreció la aparición de movimientos antibelicistas y antinucleares internacionales.
Fin de la Guerra Fría
Luego del desarrollo económico de las décadas de 1950 y 1960, hacia la década de 1980 ambos bloques sufrieron crisis económicas. La injerencia en la política de otros países y la escalada armamentista consumían una enorme cantidad de recursos y provocaron crisis tanto en EE.UU como en la URSS. Algunos países satélites de la Unión soviética comenzaron a manifestar su descontento.
En sucesivas reuniones, los líderes de ambos bloques, Ronald Reagan y Mijail Gorbachov (Reikjavik, 1986 y Washington, 1987), acordaron la necesidad de iniciar un nuevo modelo de relaciones internacionales.
La URSS inició una serie de profundas reformas internas que llevaron a una apertura mayor hacia Occidente y culminaron en la caída del comunismo.
Simbólicamente, se considera la caída del Muro de Berlín, en 1989 como uno de los eventos que marcaron el fin de la Guerra Fría.
jueves, 4 de junio de 2020
miércoles, 3 de junio de 2020
Historia de la humanidad y el mundo
La historia del hombre es muy extensa, y para comprenderla es preciso remontarse muchos millones de años atrás en el tiempo. Sin embargo, entender nuestro pasado nos ayuda a entender el presente y futuro; por eso te vamos a hablar de las etapas históricas del desarrollo de la humanidad.
Las etapas históricas de la humanidad dividen la historia en periodos largos que comienzan y terminan cuando se produce un acontecimiento importante para los hombres. En general, podemos distinguir las siguientes etapas de la historia: la prehistoria, la Edad Antigua, la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea. Veamos con detalle cada una:
Principales características de las etapas históricas en el desarrollo de la humanidad. A continuación, te describimos las principales etapas históricas y sus elementos definitorios:
La prehistoria
Es la etapa que comienza con el origen de la humanidad hasta que surgió la escritura con las primeras civilizaciones, es decir, aproximadamente 4.000 años antes de Cristo. Durante este periodo aparecieron los primeros homínidos, que fueron evolucionando hasta que apareció el Homo sapiens. Nuestros antepasados empezaron a construir las primeras herramientas y a vivir en grupos. En la prehistoria se pueden distinguir, a su vez, varias subetapas como las siguientes:
Edad de Piedra (Paleolítico, Mesolítico y Neolítico).
Edad de los Metales (Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro).
La Edad Antigua
Comienza cuando aparece la escritura, que supone un gran acontecimiento en la historia, y termina en el momento en que cayó el Imperio romano, es decir, en el siglo V después de Cristo.
En este periodo se desarrollan las primeras civilizaciones en Mesopotamia y Egipto. Los métodos de escritura que solían utilizar estas civilizaciones eran los jeroglíficos.
La Edad Media
Se extiende desde el siglo V después de Cristo hasta el año 1492, cuando se llega a América. En esta época se cambió el sistema social esclavista que había existido hasta el momento por un modelo basado en el feudalismo. Comenzaron a difundirse el cristianismo y el islam. Apareció la burguesía y se sentaron las bases del sistema capitalista que ha llegado hasta nuestros días.
La Edad Moderna
Comprende desde el siglo XV hasta que se inicia la Revolución francesa en 1789. Se produjo uno de los acontecimientos culturales más importantes de la historia, que fue el Renacimiento: las ciudades crecieron y el sistema feudal se fue sustituyendo por el sistema capitalista. Las corrientes de pensamiento que se imponen en este momento son el humanismo y el racionalismo. Otro acontecimiento esencial de esta época es la Revolución Industrial, que supone la creación de máquinas para cubrir la demanda del mercado en aquel momento.
La Edad Contemporánea
Comienza en el siglo XIX y llega hasta nuestros días. Es una de las etapas históricas más importantes, y en ella se han producido acontecimientos esenciales, entre ellos, el nacimiento de nuevos sistemas de gobierno como el sistema republicano, la consolidación del sistema capitalista, la disminución del poder de la Iglesia católica, el aumento de la población mundial, la aparición de grandes inventos como la bombilla, los aviones o internet y, finalmente, la globalización.
¿Conocías estas etapas históricas? ¿Cómo crees que ha influido el pasado en la actualidad?
La mujer y el trabajo durante el siglo XIX
Aunque la historia tradicional ha querido ver siempre a las mujeres dentro de los muros de la casa, lo cierto es que las mujeres han tenido una presencia activa en las ciudades como trabajadoras. Aunque no en toda Europa las ciudades han tenido la misma importancia. recordemos que en los Paises nordicos, sobre todo Finlandia y Noruega, fueron paises muy rurales con pocas profesiones ciudadanas. En los inicios de la ciudad ya trabajan en ella las mujeres. La primera representación de una ciudad plasmada en los primeros frescos micénicos: mujeres como porteadoras de agua.
Desde entonces la mayoría de las mujeres, las de las clases medias y bajas, ocupaban las calles, plazas y otros centros de las ciudades por razones de carácter laboral. En las ciudades europeas, tanto en la Antigüedad como en las que se constituyen a partir de la Edad Media, y hasta bien entrado el s. XX, ha habido lugares frecuentados sobre todo por las mujeres que se convirtieron en los espacios, por excelencia, de sociabilidad femenina.
Habría que destacar, en primer lugar, las fuentes, uno de los lugares unido al colectivo de las mujeres. La recogida del agua es una de las tareas femeninas desde el comienzo de la vida urbana. Hay que señalar el carácter colectivo de la actividad en torno al agua. La fuente significa para las mujeres lo que la plaza pública para los hombres, un lugar de encuentro en el que intercambiar opiniones y noticias. Es un lugar público, pero mayoritariamente femenino y, por ello, ligado al trabajo. En el mismo sentido habría que analizar los lavaderos o los talleres de hilado y tejido. (MARTINEZ LOPEZ, 1995a; 14-19)
Mientras que los varones tienen el agora, el foro, el ayuntamiento o el casino para relacionarse, la sociabilidad femenina, de forma mayoritaria, está relacionada con un trabajo exterior a su vivienda que supone, en la práctica, una prolongación del trabajo doméstico, pero que les permite el contacto con las demás mujeres de la ciudad, hablar y compartir las noticias y sentimientos.
Otro de los espacios públicos relacionados con el trabajo de las mujeres es el mercado, donde regentan sus puestos de verduras, aves, etc. como vendedoras de los productos del campo, que ellas mismas cultivan, cuidan y elaboran. Esta práctica es una constante que se ha mantenido desde la Antigüedad a lo largo de la historia de las ciudades occidentales. Los mercados, con mujeres vendedoras, compradoras, mujeres de las clases menos favorecidas y, en ocasiones de las clases altas, son un lugar de trabajo pero también de encuentro e información de las mujeres. (MARTINEZ LOPEZ, 1995b; 41-54)
Pero adem·s de estos trabajos que desempeÒan las mujeres en el espacio urbano, hay que hacer menciÛn especial a su participaciÛn en los talleres artesanales y en las actividades de ellos derivadas, ligadas al florecimiento de las ciudades medievales. En Italia, Inglaterra, Francia, Holanda, etc. Las mujeres impulsan numerosas actividades e, incluso, algunos oficios son exclusivamente femeninos.
El Livre des mÈtiers de …tienne Boileau, en el s. XIII, seÒala como femeninos los oficios cuya materia prima sea la seda y el oro, es decir, dos de las materias m·s apreciadas y buscadas de la Època. Otro oficio exclusivamente de mujeres hasta los siglos XVII-XVIII fué el de partera o matrona (MARLAND, 1993). Los archivos de ParÌs de finales del s. XIII y principios del XIV citan quince oficios exclusivamente femeninos, entre ellos los de batidoras de oro, batidoras de seda, batidoras de estaÒo, sombrereras de seda, hacedoras de sombreros de oro, urdidoras, cardadoras, etc. Adem·s desempeÒan otros oficios en competencia con los hombres, por ejemplo la costura de ropa blanca. En cuanto a los dem·s oficios en los que podÌan participar por igual mujeres y hombres, su n?mero se eleva significativamente. En Francfort, entre los siglos XIV y XVI, las mujeres participaban en alrededor de 201 ocupaciones, de las cuales monopolizaban 65, predominaban en 17 e igualaban en n?mero a los hombres en 38 (KING, 1993; 91). En Estrasburgo, en el s. XV, las mujeres figuran en las listas de trabajo como herreras, orfebres, carretoneras, comerciantes de granos, jardineras, costureras y toneleras. M·s de una tercera parte de los tejedores de la ciudad que aparecen en una lista de 1434 son mujeres. En Gante, en el s. XIV, las mujeres abundan entre los cobradores, prestamistas, hoteleros, etc. (KING, 1993; 93)
De todos modos en muchas ciudades no es bien vista la presencia femenina en ciertos oficios, y para impedirla, cerraron su acceso a muchos de los gremios. Así en Inglaterra las mujeres eran admitidas en un gremio en raras ocasiones, generalmente cuando era la esposa o la viuda del maestro artesano. Sin embargo en muchas ciudades francesas no sólo trabajan sino que crean sus propias corporaciones o gremios donde, como en los masculinos, hay aprendizas, obreras y maestras, y tienen sus propios reglamentos. Curiosamente éstos indican que en caso de problemas las mujeres, aunque estén casadas, deben asumir por sí solas toda la responsabilidad:
«Cualquier mujer que tenga marido y ejerza un oficio dentro de la ciudad, en el cual no intervenga su marido, deberá ser considerada como mujer sola en lo relativo a aquellas cosas que pertenezcan a su oficio. Y si surgiese una querella en contra de la mujer, ella deberá responder y hacer su alegato como mujer sola, aceptando la ley y tomando su defensa en la Corte mediante alegato o para su descargo..» (Reglamento de Lincoln citado en POWER, 1979; 73-74)
Este tipo de normas se encuentran en muchas ciudades europeas, tanto francesas, inglesas u holandesas.
Es a partir del s. XVI, aunque con diferencias según los países, cuando las mujeres comienzan a ser desplazadas de algunos de los oficios que tradicionalmente habían desempeñado. Son expulsadas de los gremios y encuentran cada vez más dificultades para encontrar un trabajo en los talleres. Las condiciones laborales de las mujeres irán empeorando progresivamente a medida que nos adentramos en la Edad Moderna, conservando sólo las tareas más ingratas, peor remuneradas y con menor prestigio. En el s. XVII con la protoindustrialización se consolidan estas tendencias que desplazan a las mujeres a los sectores productivos más marginales.
Por último, una actividad que ocupa un espacio público importante desde la Antigüedad y a lo largo de la Historia, son los espacios urbanos dedicados al ejercicio de la prostitución.
En las ciudades, desde su inicio, hay lugares dedicados al ejercicio de la prostitución. Estos barrios solían desarrollarse en las inmediaciones del agora, del foro, de la plaza pública. En Atenas estaban cerca del Cerámico, el barrio próximo al agora; en Roma se ejercía cerca del foro, es decir, los lugares frecuentados por los varones. En las ciudades medievales en torno a los lugares frecuentados por los varones, es decir, los mercados y los lugares de reunión política. La organización de la prostitución es, por otra parte, compleja, lo que se refleja en la diversidad de edificios utilizados a tal efecto, desde casas perfectamente equipadas para una prostitución de alto nivel, hasta los pequeños e insalubres habitáculos de los barrios de prostitutas pobres, o el ejercicio individual en los espacios y calles públicas (arcos, soportales, etc).
1.2.1. Nuevo orden económico y trabajo de las mujeres en los siglos XIX y XX
Una de las consecuencias principales del proceso de industrialización que tiene lugar, según países europeos, entre los siglos XVIII y XX, es la desaparición de la familia como unidad de producción, la separación entre trabajo reproductivo y productivo y el desplazamiento del lugar del trabajo productivo desde el hogar al taller o la fábrica. El trabajo a cambio de un salario, propio del nuevo sistema económico, no modificó en un primer momento, sin embargo, la participación de todos los miembros de la familia, adultos y niños, varones y mujeres, en el proceso productivo tal como era habitual en los siglos anteriores (BORDERIAS, CARRASCO, ALEMANY, 1994).
El nuevo orden económico generó enseguida formas de segregación sexual en la actividad laboral que se concretó, por una parte, en la adscripción exclusivamente femenina a las tareas reproductivas y, por otra, en la adjudicación de género a las actividades productivas (masculinas la mayoría, femeninas las menos), y al precio de la fuerza de trabajo, más barato el de las mujeres que el de los varones.
La identificación del trabajo femenino con ciertos empleos y con mano de obra barata se institucionaliza y formaliza a lo largo del siglo XIX, gracias a los discursos que generan reformadores sociales, médicos y legisladores. A través de ellos se naturalizan las relaciones entre los sexos, sancionando el orden social, al que dan forma y sentido. (SCOTT, 1993) Un orden que sólo se quiebra, coyunturalmente, en situaciones de penuria de mano de obra masculina, como sucede en las guerras.
A mediados del siglo XIX vienen a coincidir en los argumentos básicos de tratadistas ingleses (Adam Smith) y franceses (Jean Baptiste Say) (SCOTT, 1993; TILLY, SCOTT, 1987):
a) Los salarios de los varones deben ser suficientes para mantener a sus familias, lo cual, no sólo concedía más valor a su trabajo, sino que otorgaba al varón el estatus de creador de valor en la familia y de responsable, en última instancia, de la reproducción. (Vease 2.2.)
b) Las mujeres quedan reducidas a la categoría de esposas dependientes de sus maridos trabajadores; se las considera menos productivas y mano de obra barata.
Un discurso secundado por médicos, educadores y legisladores que conforman un ideal de mujer ama de casa, madre y educadora de sus hijos, que resulta extremadamente útil en un momento de expansión industrial, en el que las tasas de natalidad y mortalidad infantil han disminuido, los salarios de los trabajadores han aumentando y el modelo de economía familiar de consumo se ha impuesto.
Este ideal de mujer ama de casa tampoco es el mismo para todos los paises. En Finlandia, un país más rural con poca burguesía y clase media, las familias rurales construyen otro ideal de mujer basado en aquella que trabaja en casa pero también en el campo.
A lo largo del proceso de industrialización la actividad productora de las mujeres, no experimentó un crecimiento paralelo al de los varones, sino que responde a ritmos que se repiten aún a pesar de las diferencias nacionales: más elevada en los inicios, en la fase de transición de la economía doméstica a la industrial; disminuye en los momentos de expansión industrial y vuelve a aumentar a medida que se desarrolla el sector terciario.
Por áreas de actividad, la industria textil ha concentrado en toda Europa la mano de obra femenina del sector secundario, beneficiándose así en su expansión de los bajos salarios que se pagaban a las mujeres. Otro tanto sucedió en España y Finlandia con las fábricas de tabaco, en las que las cigarreras constituían la mano de obra casi exclusiva. Fuera de la industria, la agricultura (sobre todo en el continente) y el servicio doméstico reunían la mayor parte de la población activa femenina en el XIX. La gran mayoría de las trabajadoras, sin embargo, se empleaba en áreas más tradicionales: en mercados, tiendas, vendiendo por la calle, transportando mercancías, lavando, cosiendo, hacían flores artificiales, orfebrería o prendas de vestir.
En Inglaterra, el primer país industrial, en 1861 el 40% de las mujeres empleadas trabajaban en el servicio doméstico y el 20% en la industria textil. En España, 1860, las proporciones eran similares para el servicio doméstico. Referente a la industria textil, en 1841 las hilaturas catalanas empleaban igual número de mujeres que de hombres (en torno a 32.000) y a 17.000 niños y niñas. En Finlandia, a finales del XIX el 29% de la población activa femenina se concentraba en el servicio doméstico y un 7% en la industria. De estas, el 46 % estaban empleadas en el sector textil y un 12% en fábricas de tabaco (CAPEL, 1986; MANNINEN, 1990).
Una característica común a todos los países europeos es el hecho de que las trabajadoras asalariadas han sido mayoritariamente jóvenes y solteras tanto en el siglo XIX como a comienzos del XX, por ejemplo en Finlandia, a finales del siglo XIX, el 79% de trabajadoras industriales eran solteras y con una edad media de 27-28 años. Este hecho no tiene explicación unívoca ya que es resultado de variadas estrategias frmeninas, personales y familiares.
A finales del siglo XIX las condiciones de trabajo en la industria comienzan a ser reguladas por las empresas y los estados atendiendo tanto a las reivindicaciones de los sindicatos de clase como a los intereses económicos de la propia industria. En Finlandia fueron las obreras las que lucharon por la regulación de sus condiciones de trabajo. .Las primeras regulaciones de las condiciones de trabajo afectaron a las mujeres y niños, sector minoritario dentro de la actividad industrial, pero a los que se consideraba, de forma siempre conjunta, más vulnerables y necesitados de protección.
Estas normas especiales se justificaban por razones físicas, morales, prácticas y políticas, que establecían la debilidad de su organismo, lo nocivo del trabajo sobre su capacidad procreadora, las repercusiones sobre el cuidado de su familia, su exposición a agresiones sexuales en las salidas nocturnas, la corrupción moral del contacto laboral con varones etc... En consecuencia, las normas regulaban diversos aspectos de la vida de las mujeres como la jornada de trabajo, la asistencia médica, el subsidio por embarazo, garantizaban una hora de lactancia y prohibían ciertos trabajos para las mujeres, incluido el trabajo nocturno.
Pero, contradictoriamente, estas normas solo eran aplicables a las mujeres que trabajaban en la industria y no a las que trabajaban en el campo y sector servicios, que constituían, precisamente, las principales fuentes del trabajo femenino. Como consecuencia, durante muchos años, más allá de mejorar las condiciones de las trabajadoras, sirvieron para avalar la segregación en función del sexo y justificar las diferencias de remuneración y de status, siempre inferiores para las mujeres (SCOTT, 1993; CAPEL, 1986; NASH, 1993). (Vease 4.2.2.)
Dentro del sector servicios, a comienzos del XX se aprecia un desplazamiento del trabajo desde el servicio doméstico a los empleos de cuello blanco (secretarias, dactilógrafas, archiveras, vendedoras de sellos, telegrafistas y telefonistas, maestras, enfermeras, trabajadoras sociales...), muchos de ellos ocupaciones de nueva creación que continuaban la tradición de la mujer asalariada en empleos no productivos. En general son actividades que se configuran desde el principio como empleo barato y, por tanto, femenino. En Francia, hacia 1906 las mujeres constituían más del 40% de la fuerza de trabajo en este sector (TILLY, SCOTT, 1989; MANNINEN, 1990; BORDERIAS et. al. 1994).
La mayor parte de los trabajos de cuello blanco se nutren de mujeres pertenecientes a las clases medias, un grupo social relativamente nuevo entre la fuerza de trabajo. Aunque son una minoría entre las mujeres trabajadoras, su procedencia social y sus aspiraciones de independencia económica las hacen más visibles; además, su presencia resulta más amenazante que la de las obreras no cualificadas y las convierte en protagonistas principales de los discursos de la domesticidad, que abogan por la constitución de una familia como único proyecto de vida femenino y que definen la cualidad de madre y esposa como la base de una identidad propia.
Más allá de los límites de estos trabajos femeninos, un número cada vez más elevado de mujeres se plantean desde finales del siglo XIX el acceso a los sectores profesionales más cualificados, los de las profesiones de formación universitaria y profesiones liberales. A comienzos del siglo XX, los crecientes niveles de escolarización, el aumento de la edad de matrimonio, la situación demográfica resultado de los conflictos bélicos y el aumento de las clases medias, favorecen el acceso de mujeres jóvenes a estudios superiores y, como consecuencia, a niveles profesionales de mayor cualificación y estatus social. En ello juegan un papel activo la lucha de las mujeres por su participación en la vida pública, su acceso a la ciudadanía, las propias necesidades del capitalismo y del nuevo mercado laboral, y la educación como forma de acceso a un trabajo mejor cualificado.
El resultado es que los nuevos oficios para mujeres se revelan como un campo demasiado limitado y se inicia el proceso de incorporación a las profesiones hasta entonces masculinas. Profesión entendida como un tipo de ocupación que se basa en un periodo de formación específica y en la posesión de un monopolio sobre el ejercicio del propio trabajo. Un monopolio construido a lo largo de procesos históricos más o menos largos en los que el género, y más concretamente la exclusión de las mujeres, jugó un papel importante como mecanismo de persuasión social. (Vease 2.6.)
Una de las primeras profesiones de formación universitaria a la que acceden las mujeres en el siglo XIX es a la medicina, en medio de tremendas resistencias en la mayoría de países de Europa (BONNER, 1992). La controversia generada reforzó desde sectores médicos mayoritarios la falsa idea de la incapacidad biológica femenina, adaptando a los tiempos el viejo discurso científico que a lo largo de los siglos ha operado naturalizando las relaciones sociales (ORTIZ, 1993).
Ello ejerció sin duda un papel clave en la organización de las profesiones y ocupaciones sanitarias, que acabarán constituyéndose a lo largo del siglo XX en uno de los subsectores laborales más feminizados después del servicio doméstico y por encima, incluso, de la docencia, otra de las actividades cualificadas donde las mujeres han sido mayoría (RISKA, WEGAR, 1993).
Una mirada al sector sanitario desde una perspectiva de género, permite ejemplificar bastante bien las políticas sexuales que han tenido lugar dentro de la actividad profesional y la importancia de tales políticas en la organización actual del sistema, en el que la segregación sexual y la discriminación de las mujeres, abierta o implícita, han sido la norma.
Bajo el término de profesiones sanitarias englobamos a todas aquellas que desarrollan un actividad de algún modo relacionada con la salud de las personas, como es el caso de la matronería, enfermería, fisioterapia, medicina, farmacia, odontología o veterinaria. En todos los países europeos la participación en ellas de las mujeres va ascendiendo a lo largo del siglo XX hasta situarse en un 70% en los años veinte o treinta, un porcentaje que continuará en aumento hasta el momento presente. Pero como sucede para el conjunto de la actividad laboral remunerada, la participación femenina en estas profesiones está marcada por dos procesos que han coexistido en el tiempo: su exclusión durante siglos de las más cualificadas (medicina, farmacia, odontología, veterinaria) y su segregación laboral en el resto, una segregación que ha funcionado no sólo limitándolas a otras profesiones (enfermería o matronería) que son marcadas como femeninas, sino generando espacios dentro de las de tradición masculina en forma de especialidades o tipos de práctica. En este sentido, es general en toda Europa, por ejemplo, la concentración de médicas en las especialidades de pediatría, laboratorio o medicina de familia, en tanto que las especialidades quirúrgicas o la cardiología, han sido exclusivas de varones hasta hace pocos años (ORTIZ, 1987; RISKA, WEGAR, 1993).
Esta política de géneros ha marcado la identidad o la esencia de las profesiones atribuyéndoles los valores culturalmente asociados a los géneros y creando un sistema conceptual de tradición secular que ha dificultado, y lo hace todavía hoy, la participación de las mujeres en igualdad. (Vease 2.6.1.)
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