miércoles, 22 de abril de 2020

Europa y nacionalismos



LA EUROPA DE LOS NACIONALISMOS 

El nacionalismo se da en Europa en el siglo XIX. Se entiende como nacionalismo a una ideología que defiende los derechos de los pueblos por encima de las dinastías reinantes y que entiende por nación al conjunto de pueblos que comparten lengua, cultura e historia. El Estado Nación surgió en Europa con el tratado de Westfalia (1648). El nacionalismo continuó siendo un fenómeno elitista durante una parte de siglos tras el tratado, pero fue durante el siglo XIX cuando se propagó ampliamente por toda Europa y ganó popularidad. Desde entonces, el nacionalismo ha dominado las políticas europeas y mundiales. En esta época la burguesía alcanza el poder político, pero también es la época en la que nacen los estados nacionalistas y el liberalismo económico, que se traducirán en dos concepciones económicas contrapuestas, la libertad de comercio y el proteccionismo de los intereses. El gran punto de partida en la historia del nacionalismo en Europa fue la Revolución Francesa. Los sentimientos nacionales franceses se habían encarnado hasta ese momento en la figura de su rey. Como resultado de la Revolución, la lealtad al monarca fue sustituida por la lealtad hacia la patria. Por eso La Marsellesa, una de las canciones más populares durante la Revolución Francesa que luego sería el himno de la nación, empieza con las palabras Allonsenfants de la patrie ('Marchemos, hijos de la patria'). Francia alcanzó de hecho un gobierno representativo cuando la Asamblea Nacional sustituyó en 1789 a los Estados Generales, que consistían en cuerpos autónomos que representaban al clero, la aristocracia y la ciudadanía. Las divisiones regionales, con sus diferentes tradiciones y derechos, fueron abolidas y Francia se convirtió en un territorio estructurado según rígidos esquemas centralistas, unido y uniforme, con instituciones y leyes comunes. Las tropas francesas transmitieron el espíritu nacionalista derivado de la Ilustración a otros países. 

También la aparición del nacionalismo coincidió en su mayor parte con la generalización de la Revolución Industrial que favorecía el desarrollo económico nacional, la aparición de una clase media y la petición popular de un gobierno representativo. Surgieron literaturas nacionales que expresaban las tradiciones y el espíritu común de cada pueblo. Se concedió nueva importancia a los símbolos nacionales de todo tipo, como por ejemplo mediante la creación de nuevos días de fiesta para conmemorar diferentes sucesos de la historia nacional. Con anterioridad al brote nacionalista en Europa, el primer tercio del siglo XIX contempló el asombroso y múltiple nacimiento de una veintena de naciones en el continente americano, desde el Mississippi (frontera entre los dominios de España y los Estados de la Unión), hasta la Tierra del Fuego en Argentina. 

El nacionalismo se robusteció a raíz de las revoluciones liberales burguesas. En lugar de los vínculos personales en que sustentaba la lealtad al señor feudal o la sumisión al monarca absoluto, se abrió camino un nuevo tipo de relación: la del ciudadano libre dentro del marco del Estado-nación, formado por una unidad compuesta de elementos comunes como la lengua, la cultura y la historia. Los límites del territorio albergaban un Estado constituido por una colectividad claramente diferenciada de otras. El nacionalismo no nació en siglo XIX, sino que hundía sus raíces en los siglos bajo medievales como elemento de reacción al feudalismo. La Revolución Francesa intensificó el movimiento como medio de exaltación de la nación frente a la monarquía absoluta Entre 1810 y 1830 fueron apareciendo nuevas naciones que, al final de ese proceso, en el que hubo anexiones, pérdidas y cambios de nombre, quedaron constituidas tal y como son en la actualidad, entre otras México, Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Venezuela. Industria nacional. 

Napoleón alentó los nacionalismos: en Italia criticó la presencia de los austríacos y ayudó a crear un reino nacionalista en Nápoles dirigido por Murat, un general suyo. Pero al mismo tiempo, el imperialismo agresivo que llevó a cabo estimuló los movimientos nacionalistas en su contra, como en el caso ruso, español o alemán (éste último abanderado por Prusia).Con la Restauración el nacionalismo constituyó una fuerza opuesta a los intentos de una ordenación artificial de los estados; ocurrió con los belgas, incómodos en su integración con Holanda; también con los polacos, que rechazaron la dependencia del Imperio Ruso; checos y húngaros, por su parte, intentaban desligarse del Imperio Austríaco. El paradigma del nacionalismo europeo lo constituyeron las unificaciones de Italia y Alemania, ambas con un marcado carácter centrípeto frente a los movimientos independentistas que se desarrollaron en los dominios austríacos y turcos.

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